El auditor es una especie de «fedatario público» de que las Cuentas Anuales están «bien».

Esto significa que cuando el auditor emite un informe denominado «favorable» está indicando que «en su opinión profesional» de dichas cuentas «presentan razonablemente la imagen fiel…» El auditor, por tanto, no «certifica» nada. Da una opinión profesional sobre dichas cuentas anuales auditadas. Y manifiesta que «razonablemente», es decir que no con exactitud matemática sino con un cierto nivel de aproximación, dichas cuentas anuales son fiel reflejo de la verdadera situación económico-patrimonial de la empresa auditada y de los resultados alcanzados.

Por tanto, el auditor no es un contable ni un revisor de la contabilidad que analizando el cien por cien de la documentación contable, diese su veredicto u opinión final. El auditor utiliza procedimientos de auditoria basados en el muestreo . Además esas muestras analizadas no son, por lo general, excesivamente amplias. Solo es así cuando la situación del control interno y de su contabilidad lo requiera. Por tanto, no se trata de que las cuentas anuales estén completamente exentas y limpias de errores o irregularidades, sino de que estos no rebasen determinados límites de «tolerancia». El informe tambien puede ser con «salvedades» , es decir, con determinadas limitaciones encontradas o cuestiones parciales que no son correctas, pero que no impiden que el resto de las cuentas esté bien.

Por otra parte, el auditor no es un investigador que busca de fraudes, robos y operaciones irregulares. Si se las encuentra en su camino, tratará de llegar hasta el final y ponerlas completamente en claro. Pero sus métodos de trabajo no están diseñados para esa finalidad específica. Lo que sucede es que estos métodos permiten que, en la mayoría de los casos en que esas situaciones irregulares se produzcan, serán detectadas por el trabajo del auditor.

Las clave está en que el trabajo del auditor hay que verlo en positivo, como una ayuda en la clarificación de la documentación contable y un espaldarazo que les dé, ante terceros, una mayor fiabilidad y garantía. Además, el auditor aconseja y ayuda a la empresa en el correcto tratamiento contable de muchas situaciones que puedan producirse.

En consecuencia, el auditor es una ayuda más a la empresa y nunca un frio fiscalizador de las cifras contables elaboradas por aquella. El contrato habitual de varios años permite, además, un mejor conocimiento de la problemática de la empresa auditada y de sus circunstancias.

Y aparte de todo lo anterior, el profesional de la auditoría, en su faceta como tal auditor, puede realizar otra série de actuaciones diferentes a la indicada. Así puede desarrollar toda clase de revisiones contables de áreas concretas de la contabilidad o de la actividad económica de la empresa.

Puede actuar como «experto independiente» siguiendo ésta figura creada por la última reforma mercantil implantada en nuestro país al inicio de los años noventa. El Registro Mercantil, los Juzgados o las propias empresas pueden designar auditores para diversos trabajos que, con cierta frecuencia, deben afrontar. Finalmente, el auditor es un buen profesional para la auditoria de gestión o para ayudar a implantar un buen nivel de control interno.